lunes, 12 de mayo de 2008



LA GARZA ROJIZA

En la ciénaga de Celestún, al mediodía, cuando los intensos rayos del sol deslumbran al reflejarse sobre las poco profundas aguas pantanosas rodeadas de manglares, un grupo de garzas rojizas (Egretta rufescens) ejecuta graciosos saltos con las alas extendidas en busca de alimento.
Como ágiles danzantes, abren las alas para hacer sombra en la superficie del agua y distinguir mejor a los peces que constituyen su dieta principal.
Corren en zig zag saltando entre las aguas someras, siempre con las alas abiertas al perseguir a los peces hasta atraparlos. Pocas garzas lucen tan admirables mientras cazan, dando vida con sus colores y ágiles movimientos a la monotonía de los esteros altamente salinos donde se alimentan.
La garza rojiza es de colores llamativos. Tiene canela oscuro el cuello, las alas y el cuerpo gris y el vientre claro. De esta misma especie existe una que es blanca completamente.
Es una de las siete garzas del mundo que presentan este dimorfismo en su plumaje, por lo que pueden encontrarse individuos blancos y canelos durante todo el año.
Sus largas piernas son negras, pero se tornan azuladas durante la época de reproducción. En los adultos, el pico es de color carne con la punta muy negra, mientras que los jóvenes tienen todo el pico negro.
No existe diferenciación entre los sexos. Habita exclusivamente en las zonas costeras, en pantanos, ciénagas, lagunas y bahías. Su distribución es muy local, es decir, no se extiende por grandes zonas sino que ocupa sitios específicos.
Sus estrechos requerimientos de hábitat y su distribución altamente restringida hacen de la garza rojiza una especie muy vulnerable al desarrollo de los sistemas costeros, a tal grado que se considera como especie amenazada.
Se encuentra principalmente a lo largo de la costa del Golfo de México y del Mar Caribe, con algunas poblaciones pequeñas en las Bahamas, la costa atlántica de Florida y las costas del Pacífico mexicano.
ESPECIE RESIDENTE
Es una especie esencialmente residente de los lugares que habita, aunque existen algunas poblaciones que emigran hacia el Sur, sobre todo las que viven más hacia el Norte, en la Florida y en Tamaulipas.
Sin embargo, su partida se considera "débil", ya que no ocurre en gran número como con otras especies migratorias.
Se encuentra ampliamente distribuida en el país, aunque no es abundante. Se calcula que existen no más de 300 parejas anidantes en las costas del Golfo y del Caribe, según un estudio realizado en 1991 por el estadounidense Richard T. Paul, de la Asociación Audubon.
En la Península de Yucatán se han encontrado colonias anidantes de garza rojiza en Progreso, Cozumel, Bahía de la Ascención, las islas Morena, Holbox y Contoy, Boca Paila, Río Lagartos y Celestún.
Tal vez aniden también en Banco Chinchorro, aunque esto aún no se confirma.
Se calcula que el número total de individuos de esta especie en el país es no menor de 600 y no mayor de 1,000. Sin embargo, se requieren otros estudios para encontrar más poblaciones.
Para anidar, esta especie se reúne en colonias con otras garzas, e incluso con cormoranes y pelícanos grises. Para ello, eligen islotes o zonas inundadas, con lo cual evitan a los depredadores terrestres.
Lo más común es que construyan su nido en los cayos o salientes de la playa, generalmente a la sombra de un mangle y muchas veces incluso sobre el agua. También gustan de anidar en arbustos bajos, o sobre el suelo seco, en lugares rodeados de cactus y arbustos espinosos. Esto ocurre, por ejemplo, en Isla Morena, al norte de Isla Holbox en Quintana Roo, donde pueden verse anidar tanto en las ramas más bajas del manglar como en el piso.
Una vez que la garza rojiza encuentra una isla o cayo adecuado, aprovecha lo que tenga al alcance para construir su nido, que básicamente son ramas de todos los tipos.
ANIDACION E INCUBACION
El período de anidación, aunque no se conoce con certeza, parece situarse entre enero y abril; sin embargo, en la Península de Yucatán se prolonga hasta julio.
Ponen de tres a cuatro huevos, que son de un pálido color azul-verde, aunque algunas parejas llegan a poner hasta siete. La incubación dura de tres a cuatro semanas.
Los padres protegen el nido hasta que los polluelos tienen unas tres semanas de haber salido del cascarón. Durante este tiempo, por lo menos uno de los padres atiende continuamente a las crías.
Las jóvenes garzas abandonan el nido a las cuatro o cinco semanas de brotadas, después de lo cual se quedan en las ramas cercanas o el piso, según el lugar donde hayan brotado. Regresan constantemente al nido para que los padres las sigan alimentando.
El primer vuelo, que resulta un espectáculo digno de admirar, lo realizan a las seis semanas y media. Sin embargo, la dependencia alimenticia de los padres se mantiene por dos o tres semanas más.
Cuando intenta volar, la garza rojiza toma vuelo a la carrera para impulsarse con sus largas patas al tiempo que extiende y bate las alas. Resulta por demás curioso verlas intentar una y otra vez hasta que por fin consiguen levantarse un poco.
Continuarán con este procedimiento agotador hasta lograr el majestuoso vuelo característico de su especie, en el que contraen su largo cuello y extienden sus patas hacia atrás, mientras las alas cortan suavemente el aire, con movimientos pausados que las hace parecer flotar en el viento.
CACERIA INDISCRIMINADA
A fines del siglo ppdo. y principios del presente, la cacería indiscriminada de la garza rojiza en los Estados Unidos ocasionó grave disminución en sus poblaciones.
El objeto de tal práctica era proveer de adornos de plumas a los sombreros femeninos. Justamente cuando se reproduce, la garza rojiza ostenta en su cabeza un penacho de largas plumas, ya sea canelas o blancas, que se levantan elegantes para atraer a la pareja.
Otro acto que contribuyó a la reducción de esta especie es que, al igual que a otras grandes y vistosas aves acuáticas, los pilotos de la Segunda Guerra Mundial las usaban como blancos para practicar su puntería.
Sin embargo, y afortunadamente para la garza rojiza, ambas prácticas han desaparecido. No obstante, la amenaza para la vida de esta hemosa especie continúa.
Los disturbios que las personas ocasionan en las colonias de reproducción, ya sea para tomar fotografías de cerca o durante sus paseos por la costa, ocasionan que las garzas abandonen sus nidos, con la consecuente mortalidad de una nueva generación.
Los perros ferales, que abundan en las costas yucatecas, también representan un grave peligro para esta especie, puesto que se alimentan tanto de huevos como de crías. Recientemente se supo de un caso en Río Lagartos, donde los perros atacaron a la fauna silvestre de la región.
El movimiento hacia la costa de poblaciones humanas, con el consecuente desarrollo y cambios en el ecosistema natural, así como el uso de insecticidas que permanecen en las aguas donde la garza se alimenta y causan que los cascarones de sus huevos sean más frágiles, son otros de los múltiples factores que afectan a la especie.
De continuar con esta situación, la garza rojiza dejará de matizar con su presencia las costas donde habita y se reproduce. La conservación de los ecosistemas costeros se encuentra actualmente entre las prioridades mundiales, puesto que se ha reconocido la importancia que tienen en el mantenimiento de los flujos costeros y de la existencia de muchas poblaciones de peces, aves, reptiles y mamíferos, así como del hombre mismo.
La continua presencia, salud y protección a largo plazo de estas áreas es la clave para el futuro de la garza rojiza, que depende de condiciones ambientales específicas para sobrevivir

No hay comentarios: